Comunicaciones y Sport B jugaron la fecha octava de Segunda.
Desde la mesa de controles se vivieron distintas emociones
Por Marcos Loreto
Todo comenzó a las 17.30, del sábado 11 de mayo, cuando el árbitro Silvio León puso
en el aire a la americana, y así el reloj comenzó a disminuir el tiempo de juego. Sentados sobre la mesa de
control se encontraban Joaquín Rosset, reloj principal; Tomás Bilaseca, reloj de 24 segundos y Tomás
Orlando, en planilla.
El frío acechó a los presentes en el estadio de Comuicaciones, donde el local enfrentó a Sport B por la
octava fecha del Torneo de Segunda división. En la mesa, todo fue mucho más trágico, ya que por uno de
los vidrios rotos del techo, que daba justo con los jóvenes autorizados, corría una brisa incómoda.
Durante la primera media hora de juego, más allá del frío, ningún otro conflicto sucedió. Todo marchó
tranquilo y sin sobresaltos. Rescatando algunos comentarios de los jueces, que cada vez que se pedía
minuto o había un descanso, se acercaban y pedían continuidad en el reloj. "¡Apurate que me cierra la
carnicería a las ocho!", exclamaba León. Obvio que esto generaba risa en los jóvenes y descontracturaba
un poco la situación de compromiso.
Como en casi todos los partidos, excepto los de Primera, son los chicos del club quienes se dignan a dar
una mano y manejan los controles. Por momentos, antes de comenzar, muchos de ellos se retiran de la
institución para no ser pispiados por algún entrenador o juez y ser llamado para realizar ese trabajo tan
agotador que es manejar un reloj. "Me hace perder de ver un partido", expresó Rosset. Y en verdad, tiene
razón, pero ellos deben saber que sin su presencia, sin su compromiso, ningún partido se podría disputar.
Por eso, casi siempre, son aplaudidos por el público cuando le designan el rol.
Cuando los partidos se van calentando, nadie quiere estar en este lugar. Y aquí no fue la excepción.
Faltando pocos minutos para terminar, y con el marcador muy ajustado, los chicos comenzaron a tener
algunos errores. "¡Apretá el botón nene!", se le escuchó decir a un adulto. Lamentablemente, éste no
entiende el favor que el chico le está haciendo. Así y todo, el autocontrol no se adueña de los jugadores
cuando suceden estas cosas. Y, además, un error lo puede tener cualquiera, ¿no?
Finalmente el partido terminó en favor del visitante por 75 a 66 y atrás quedaron aquellos enojos
innecesarios. La bronca sí quedó para los colegiados que, como de costumbre, se llevan todas las
descargas. La mesa acabó tranquila, esperó a que se cierre la planilla y, luego, los chicos salieron
felizmente en busca de su gaseosa. Bien ganada en fin.
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