(Por Rodrigo de Moya) Oriental cayó
frente a Unión Americana por 2 a 1, pero el principal protagonista
de la jornada, y de la fecha en general, no fueron los jugadores ni
los dirigentes, las miradas no se centraron en los árbitros ni en el
público, la vedette de la jornada fue el intenso viento. Tal fue su
incidencia en el encuentro que el técnico local llegó a echarle la
culpa por la derrota de su equipo.
En una nueva jornada gris, en donde el
cielo plomizo parecía caerse a pedazos, se disputó una nueva
jornada de la cuarta división del Torneo Infantil "A".
Allí el que dijo presente fue el intenso viento, que se llevo
incluso más críticas que las que habitualmente acarrean los
árbitros. Las ráfagas iban y venían, un sombrero que volaba por la
tribuna local, bufandas que se movían al ritmo de una típica
jornada de otoño y las maldiciones de algunos le dieron un
condimento especial a un domingo de fútbol.
Un centro de Unión que parecía
quedar corto, un arquero que se relajó ante la situación y una
ráfaga que, como si fuera una película, hizo mucho por el gol: el
envión que le faltaba al centro se lo brindó aquel ventarrón y la
pelota atravesó los tres palos, los jugadores quedaron atónitos
ante la situación, inesperada por siempre, y el técnico comenzó a
murmurar.
"Que día pedorro", fue una
de las tantas frases que pareció lanzar al viento el técnico
aurinegro que, como si fuera poco, le echó la culpa de su parcial
derrota a las inclemencias climáticas. Nadie podría dudar que un
encuentro se suspenda por una jornada tormentosa, de esas que hacen
que las pelotas literalmente floten, pero ¿quién se animaría a
pedir la suspensión de un encuentro por el viento?
Pero como en el fútbol
nada es extraño, el polémico técnico de Oriental lo consiguió. Es
que fue tanta la desesperación de que su equipo, a esa altura, fuera
perdiendo 2 a 1 que se animó a pedir la suspensión por dicha
inclemencia.
Pero, como dice el refrán, "a
las palabras se las lleva el viento": ningún integrante de la
terna arbitral tomó en serio sus reclamos. Hubo incluso quienes no
pudieron aguantar sus carcajadas, y es que a pesar de ser un viento
fuerte, no fue un huracán.
Así es que los locales se fueron a
los vestuarios hechos una furia, mientras que el protagonista de la
tarde (el viento, claro) seguía haciendo de las suyas, e incluso se
animó a arrancarle de las manos al entrenador una toalla amarilla.
Finalmente, para el técnico de Oriental el único consuelo fue
echarle la culpa al viento.
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