(Por Bruno Ferrara) Santa Lucía es un
pueblo ubicado a 30 kilómetros de la ciudad de San Pedro. Según el
último censo, no supera los 7 mil habitantes. Sus orígenes son
típicos de aquellas poblaciones que surgen a partir de una estación
de ferrocarril, a fin de servir de alojamiento a los trabajadores
ferroviarios en una de las cuantas escalas que realizaba aquel tren
Belgrano (hoy sin actividad). A lo largo de toda esa historia, el
fútbol siempre fue uno de los entretenimientos más importantes y
necesarios para la comunidad.
Con un plantel formado por las
primeras familias asentadas en el pueblo y bajo el nombre hereditario
de Club Deportivo Central Córdoba (como una de las tantas sucursales
que dejó el ferrocarril) se conformó el primer equipo oficial de
Santa Lucía allá por el año 1905. Después de varios años en los
que hubo campeonatos, amistosos con equipos de Primera División,
descensos, declaraciones de quiebra y demás sensaciones, a casi 110
años de su fundación, esta noble institución sigue
moviendo multitudes y se puede decir que el deporte se ha vuelto en
una especie de motor de la localidad.
Hubo un hecho que marcó para siempre
el sentido de la última frase y el sentir del pueblo santalucense:
el día que el fútbol se detuvo. Una mala dirigencia endeudó al
club a tal punto que la cifra se volvió insostenible para seguir
compitiendo en la liga zonal. Fue así que la pelota cayó en la
huerta de aquel vecino que sin piedad despedaza a cuchillazos el
esférico para la tristeza de un grupo de niños, en este caso el
pueblo. Esto generó en primer lugar la fuga de juveniles y jugadores
propios de las categorías más altas a equipos de zonas aledañas.
El factor de la distancia para jugar competitivamente alejó a muchos
jóvenes del deporte.
Pero lo más doloroso aún fue la
falta de fútbol en el pueblo, las actividad dominguera del
santalucense tipo, que pasó de estar pensando toda la semana en el
partido siguiente para ir a la cancha. Así pasaron cinco largos años
en donde la monotonía de los fines de semana se volvió abrumadora,
no existía ningún entretenimiento a nivel deportivo, salvo los
pocos campeonatos por dinero que pocas veces se organizaban.
Pero a principios de 2012 gracias a un
grupo de jóvenes emprendedores bajo el slogan de “El Lobo vuelve”,
con mucha iniciativa a fuerza de rifas, esfuerzo monetario propio y
la disposición de la gente de Santa Lucía para todas las ideas que
se propusieron (cenas, eventos, cuotas de socio elevadas, etc), se
soñaba con la vuelta del fútbol a la localidad. Sueño que se
consumó en marzo de ese mismo año. Quienes allí habitan conocen la
expectativa y el furor con la que se vivieron las semanas previas al
debut en la vuelta que, casualidad mediante, estaba pactada contra
General San Martín de Pérez Millán (ciudad ubicada a 18
kilómetros) el rival de toda la vida, con quienes protagonizaron los
clásicos más calientes de la Liga Sanpedrina.
Las redes sociales explotaron, las
remeras y utilería que se vendían se agotaron y por sobre todas las
cosas el pueblo volvió a vivir ese folclore, el de las cargadas a
jugadores amigos o conocidos, el de recordar viejos “cantitos”,
el de organizar cómo viajar para alentar de visitante, el de la
alegría dominguera que brinda una victoria del pueblo, que varios
estaban olvidando.
La vuelta fue una fiesta: victoria
ante el clásico rival en El Bosque (como se apoda a la cancha de
Central Córdoba), alrededor de 1200 almas locales colgadas del
alambrado y un festejo a modo de desahogo que varios viejos sabios
compararon con la obtención de cualquier título logrado.
Atrás quedaron los domingos
aburridos, River y Boca pasaron a estar en un segundo plano. Durante
los tres campeonatos siguientes, hasta la actualidad, se puede decir
que Santa Lucía entero se movilizó a todas las canchas donde su
equipo representativo jugó. Tal vez queriendo dejar en claro lo
importante que es el fútbol para la comunidad y demostrando que hay
algo además de once tipos corriendo detrás de una pelota.
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