torneo de Segunda, pero lo entretenido estuvo en la cocina
Dos horas antes del partido, Roque y su esposa, Julia, comenzaron con los preparativos. Empanadas, sandwich de jamón y queso y golosinas era la oferta del día. Todo se veía ideal. Roque comenzó a preparar su garganta para pegar esos gritos que retumban en todo el club. Julia, siempre con las manos en acción, no dejó un segundo de hacer las exquisitas empanadas de verdura, carne y jamón y queso.
Eran las 19 y la gente comenzó a llegar. La cita estaba programada para veinte minutos más tarde, pero Roque, con varios años en el rubro, sabía que había que preparar algo para la merienda de los jóvenes. Allí fue cuando salieron las golosinas a las vidrieras y no se hicieron esperar. Decenas de chicos ya pedían a gusto: alfajores, papitas, barras de cereales y, cómo no, yogures.
El partido dio inicio. Dentro de la cancha no había mucho show. Clima frío y tranquilo en el parqué, pero a Roque parece que la tranquilidad mucho no le gusta: salió despedido de su banqueta hacia la cancha a gritarle a los jugadores que metan un punto. Claro, iban ya nueve minutos de juego y el tanteador era cuatro a tres para el local. Entre los que lo rodeaban se veía una sonrisa en su cara y comentando: "Siempre con lo mismo este viejo".
El primer tiempo llegó y el momento de Roque era ese. El Viejo, con voz alta, ofertaba las empanadas de su esposa, mientras que ella seguía en la cocina, lugar en el que se siente cómoda. La poca gente que concurrió al estadio hizo que la venta sea casi un fracaso. Roque le puso todo el esmero posible pero nada más pudo hacer.
El partido siguió su curso de pobre, Comu se alzó en la victoria en los minutos finales del partido y Roque siguió allí en su amada y querida banqueta, en la que día a día se lo ve con la mejor onda y con un gran sacrificio para llevar adelante y mantener un buffet que, por momentos, parecía que se venía abajo.
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